Theba pisana es uno de los caracoles que más se consume en Andalucía y en el Corredor Verde del Guadiamar abundan… lo que no saben los recolectores que, por desconocimiento o irresponsabilidad, faenan en esa zona prohibida es que los caracoles tienen altas concentraciones de metales pesados.
Fue el pasado lunes, en la conferencia imapartida por la Doctora Paula Maejón Rodríguez en el Salón de Grado de la Facultad de Biología “Transferencia de elementos traza en el sistema suelo-planta. Caso del Corredor Verde del Guadiamar” cuando se reveló la información sobre los caracoles contaminados del Guadiamar.
Los estudios han demostrado que presentaban acumulación de arsénico, cobre y cadmio, incluso después de someterlos al ayuno tradicional que se hace antes de cocinarlos. Por ello su consumo puede suponer un riesgo para la salud y es importante que los recolectores respeten la prohibición y no consuman estos caracoles.
Maejón, investigadora del CSIC y Premio Investigadores Jóvenes de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, ha realizado un trabajo con un extenso equipo que ha ayudado a entender mejor el estado del Corredor Verde del Guadiamar.
El Corredor fue creado a partir del 25 de Abril de 1998 cuando se rompió la balsa de residuos mineros de Aznalcóllar, vertiéndose 6 millones de m3 de lodos y aguas ácidas con altas concentraciones de metales pesados y viéndose afectada una franja de llanura aluvial de 300 metros de ancho y 40 kilómetros de largo.
Los contaminantes en un ecosistema se transfieren del suelo a las plantas, llegando así hasta los animales a través de la cadena trófica y, eventualmente, al ser humano. Este último paso preocupó a los investigadores, ya que aunque está prohibido capturar animales en el Corredor, existen personas que lo hacen.
Otro caso es el del caballo. El pastoreo en el Corredor Verde del Guadiamar está prohibido, pero se sigue realizando. Según los experimentos realizados, el pasto corto es más peligroso, ya que, al comer, el animal cerca del suelo ingiere los metales pesados. El análisis de las heces demostró que estas sustancias eran excretadas, aunque algunas aparecían como componentes de las crines.
La otra línea de investigación llevada a cabo fue el uso de las plantas como indicadores de la concentración de metales pesados en el suelo. De esta manera se pudo determinar que la grama (Cynodon dactylon) era buena para el estudio del cadmio, arsénico y zinc. Otra hierba, Hirschfeldia incana serviría para el caso del talio. Además los experimentos con girasol demostraron que esta planta excluía los metales pesados.
Esto abre la posibilidad de cultivarla en las zonas afectadas que estén fuera de las protegidas. De las especies de árboles estudiadas se pudo concluir que el álamo blanco es un buen indicador de la contaminación del cadmio y zinc, elementos que incorpora en sus hojas.
El Corredor Verde del Guadiamar tiene como una de sus funciones evitar la dispersión de los metales pesados. Catorce años después, a pesar de la limpieza y medidas para paliar el desastre, sigue existiendo una contaminación moderada.