Pajarito de Soto, nuestro inocente petirrojo, ha despertado con ganas de dar gracias a la vida, como en aquella famosa de los 60.
A Pajarito le conmueve saber que gratitud y caricia comparten la misma raíz en los anales milenarios de las palabras. Le gusta pensar en el agradecimiento como una caricia tendida al otro, como una forma de dar luz a la belleza que otras personas te ofrecen.
Pajarito de Soto, que es pura candidez, cree que lo bonito de la gratitud sincera es que valoras al otro con todo tu corazón y que, en cierto modo, es un acto de entrega con el que te sientes mejor y haces sentir mejor a la otra persona.
Pajarito descubrió hace un tiempo una forma de disfrutar más intensamente de la vida: él lo llama el Diario de la Gratitud y no es más que una libreta donde apunta las cosas bonitas, especiales que le han pasado durante el día. Cosas que si no se parara a escribirlas, posiblemente pasarían desapercibidas.
Cuando las reflexionas y las escribe, está agradeciéndole a la vida tantas cosas que el efecto multlipicador se dispara y le rescata de las fricciones del día a día.
Pajarito ha comprendido que algo tan sencillo como una hoja en blanco puede ser el camino perfecto a la felicidad, porque así se enfoca sobre lo positivo, en lo que tiene y no en lo que le falta.
Nuestro petirrojo quiere que seamos agradecidos con los demás, con la vida, con nosotros mismos, que hagamos un esfuerzo por recordar todas las cosas positivas que nos ocurren en el día a día, porque eso nos ayuda a que todo fluya: ser agradecido atrae la felicidad.
Gracias a la vida
