El futuro viaja en bici

La ciudad de Sevilla parece haberse relajado en su ascenso hacia un lugar destacado entre las ciudades más preocupadas con el entorno, al menos en lo que se refiere al desarrollo sostenido en la implantación de una cultura de la bicicleta. En los últimos años, la ciudad ha pasado de ocupar el cuarto puesto (2013) en el Índice Copenhagenize de Ciudades Amigas de la Bicicleta, a situarse en el décimo lugar de la lista (2015). Las razones parecen esconderse en una cierta relajación a la hora de continuar la magnífica senda emprendida hace una década, cuando la adaptación iniciada por Sevilla servía de espejo a otras ciudades que querían colocar a la bicicleta en un lugar protagonista de su proyecto de vida.

En el último informe del Servicio Integral de Bicicletas de la Universidad de Sevilla (SIBUS) , publicado en febrero de 2016, vemos que el número de desplazamientos diarios en un día tipo, ha pasado de 72.000 en el año 2011, a los 60.000 desplazamientos registrados en el pasado 2015. El descenso es significativo, si bien Sevilla permanece por delante de otras ciudades españolas importantes en el índice antes citado; Barcelona, sin ir más lejos, está un puesto por detrás (11º); es cierto que los números que hablan del uso de la bicicleta no son equiparables a los de otras capitales europeas.

Los profesores encargados de realizar el informe del SIBUS apuntan, a modo de hipótesis, algunas posibles razones que explicarían los descensos en el uso de la bicicleta en Sevilla en los últimos años. Entre esas razones, destacan las deficiencias en el mantenimiento de las vías ciclistas, la ausencia de medidas de pacificación del tráfico en zonas sin vías ciclistas separadas o la falta de intermodalidad con el transporte público. Otra de las razones aducidas es la falta de aparcamientos seguros, tanto en la vía pública como en origen y destino de los desplazamientos. En el mismo análisis se valora la importancia de la implantación de las vías ciclistas segregadas a partir de 2006, como reductora del riesgo de circular en bici por la ciudad, una reducción de riesgo que cifran en torno al 50%.

En 2013, año en el que Sevilla obtuvo su mejor calificación como ciudad amiga de la bicicleta, la comisión encargada de elaborar las conclusiones, formada por arquitectos, políticos, planificadores urbanos y usuarios, ya ofrecía una serie de pautas a seguir para que la andaluza continuara siendo una ciudad-espejo en el tema que nos ocupa. Entre otras medidas, se aconsejaba la implantación paulatina de una cultura de la bicicleta, y se pedía una voluntad política favorable, así como la ampliación de las vías bi-direccionales para incluir pistas de un solo sentido en ambos lados.

La cuestión no parece baladí. Con el aumento de la población y los índices de contaminación registrados en los últimos tiempos en las ciudades más importantes del país, que están llevando a adoptar medidas excepcionales que afectan al tráfico de cientos de miles de personas, urge trabajar sobre alternativas sostenibles que detengan, o mitiguen en lo posible, esta carrera hacia el abismo.

Recientemente, el experto en economía Juan Miguel Sans, resaltaba en un artículo la importancia y, sobre todo, la posibilidad que tienen las ciudades consideradas como intermedias (de entre 100.000 y 2 millones de habitantes) de salvarse ante el riesgo potencial de crecer desordenadamente. Sans se refiere a estos espacios urbanos, entre los que se podría situar Sevilla, como ciudades en las que todavía se está a tiempo de adoptar políticas que las convierta en más humanas. Para el experto, se trata de “las ciudades que más rápidamente están creciendo en población y riqueza, pero corren graves riesgos de no poder controlar ese crecimiento”.